Una ruta turística en moto por la provincia de Guadalajara. Organízala a tu aire.
Castillo de Brihuega

Castillo de Brihuega


Descripción

"Brihuega parece una ciudad antigua, con mucha piedra, casas bien construidas y árboles corpulentos (…) Tiene muy buen aire, con sus murallas y la vieja fábrica de paños, grande y redonda como una plaza de toros. Por detrás del pueblo corre el Tajuña con sus orillas frondosas y su vega verde”. Así la describió Cela. Desde abajo, junto al castillo de Peña Bermeja, en el Prado de Santa María, a la vera de la iglesia románica, las vistas a la vega son espectaculares.

El nombre de Peña Bermeja le viene al castillo porque se asienta sobre un roquedal de tono rojizo muy erosionado y socavado de pequeñas grutas, en lo alto de un barranco para mejor defensa. En principio fue una atalaya musulmana, en torno al siglo IX añadiéndose nuevas estancias a partir del siglo XII. En el siglo XIII, el arzobispo Rodrigo Jiménez de la Rada culminó el castillo. Siempre fue más castillo palaciego que fortaleza militar.

Junto a él está la iglesia del siglo XIII y lo que fuera el patio de armas, conocido como Prado de Santa María. Unido al patio, el convento franciscano de San José que fue hospital de la villa hasta 1937 y en la actualidad acoge el Museo de la Historia de Brihuega, un interesante recorrido por los más de dos mil años de historia de la villa y el Museo de Miniaturas del doctor MAX. Frente a al convento se encuentra la que fuera Escuela de Gramáticos, un edificio del siglo XVI, que fue residencia de Margarita de Pedroso (amor platónico de Juan Ramón Jiménez) y vivió después el periodista y escritor Manu Leguineche, decano de los reporteros de guerra en nuestro país.

En Brihuega se conservan cientos de metros de la muralla que rodeaba el pueblo. Junto a la plaza de toros debemos hacer una foto el arco de Cozagón, vestigio de la primera muralla, de época visigoda. La iglesia románica de San Felipe y la fuente de los 12 caños son otros de los lugares que no pueden dejar de visitarse, así como el Parque de María Cristina, frente a la Puerta de las Cadenas, el más importante acceso a la villa a través de la muralla, ya en la parte más elevada del municipio.

 Cerca del parque se encuentra la antigua Fábrica de Paños hoy espacio habilitado para actos culturales. Anexo al curioso edificio en forma redondeada, encontramos un jardín romántico, “un jardín para morir, en la adolescencia, de amor, de desesperación, de tisis y de nostalgia”.

En los últimos años, esta localidad alcarreña se ha hecho famosa en el mundo por los campos de lavanda que florecen entre los meses de junio y agosto y que rodean el término municipal, un reclamo turístico de primer orden junto a su Festival de Música de la lavanda y los encierros taurinos. Si a eso le añadimos una buena oferta gastronómica y hotelera, no podemos más que asegurar que Brihuega es hoy un referente del turismo provincial capaz de trascender nuestras fronteras.

Galería de imágenes




Fuera de ruta

Aunque nuestra  ruta nos llevará desde el castillo de Peña Bermeja hasta Hita, de Brihuega nace una carretera en la parte baja del pueblo que toma el curso del río Tajuña por su mano izquierda, aguas arriba, rumbo a Cifuentes. La carretera, en buen estado, pero con abundantes curvas, circula a escasos veinte metros del río entre cárcavas, chopos y álamos, que en primavera y en otoño producen un agradable paseo en moto. A cinco kilómetros aproximadamente se encuentra la pequeña localidad de Cívica.

Cívica es un pequeño poblado levantado en el margen izquierdo de la carretera, que parece escalar la falda de la montaña. Está formado por un pequeño grupo de casas colgantes con huertas y árboles frutales y multitud de barandillas hechas de piedra y hormigón que parecen filigranas de la propia naturaleza. Todo ello se debe al capricho de un cura de la zona y al consentimiento de los vecinos de la aldea, que de esta original manera rompieron la vulgaridad relativa de su municipio. Adornos surrealistas y modernistas de los que los mismísimos Dalí o Gaudí se sentirían orgullosos. Merece la pena una paradita para contemplar y fotografiar el paisaje salpicado de pequeñas cascadas. Siguiendo al carretera se abre el valle y llegamos a Masegoso y a la carretera principal hacia Cifuentes.

Por Masegoso, a poco más de media hora de Guadalajara, transitaban millones de cabezas de ganado todos los años rumbo a Andalucía. Por este pueblo pasa todavía la Cañada Real Soriana Oriental, una autopista de ganado que ofrecía, hasta hace algo más de cuarenta años, un maravilloso espectáculo cuando los pastores realizaban las trashumancia en busca de pastos. Hoy puede verse en el pueblo un Museo dedicado al pastoreo donde, con un orden exquisito, se puede ver uno a uno los escasos utensilios que los pastores usaban en su día a día. En el museo, junto a los cencerros, esos “instrumentos musicales” que sirven para armonizar el paseo de las ovejas y distinguir el rebaño al que pertenecen, están expuestos  los badajos que los hacían sonar, hechos con madera de encina, aliaga o hueso. Los pastores los confeccionaban para ahuyentar el aburrimiento en las largas horas de silencio que pasaban en el campo, como las abarcas hechas con suela de goma de rueda de coche, aunque las primeras tenían la suela de cuero y estaban cogidas con chinchetas y cuando se doblaban no había quien las enderezase. Una bota de vino, una tartera, la sartén para calentar la pez con la que marcar a las ovejas… comparten espacio con las tijeras de esquilar, el traje de pana, el morral, las alforjas y unos gruesos calcetines hechos de pura lana virgen.

Pero volvamos a Brihuega para acercarnos a neustra próxima parada: la villa de Hita. Para ello cruzaremos un valle místico. La cuenca del río Badiel arrastra más historia que agua. Desde Brihuega, por la CM100,  atravesamos el monte de Ibarra. Una densa espesura de carrascas y encinas que se abre tras varios kilómetros para desembocar en la A2. Antes de cruzar al otro lado de la autovía, si tomamos la A2 en dirección a Guadalajara, podemos disfrutar en Trijueque del Mirador del Cid o de la Alcarria, como queramos llamarlo.

Subidos al otero podemos ver al frente el cerro de Hita, con el pueblo despeñado por la ladera; la Muela de Alarilla; el Colmillo y tras ellos, el Ocejón, Alto Rey  y la sierra de Ayllón. De noche, puntos de luz agrupados en la noche aventuran hasta diez pueblos esparcidos por la Alcarria y la Campiña. Si el día es claro, la vista nos acerca más allá de doscientos kilómetros. El río Sorbe, rodeado de árboles, baja como una nerviosa línea verde hasta darse de bruces con el Henares, que le espera majestuoso a la sombra de la Muela. Media provincia a nuestros pies dividida en una inmensa gama de colores ocres que se tornan verdosos en primavera y amarillentos en verano. Olivos, trigo, chopos, acacias y viejos olmos secos, despuntan sobre el suelo en un intento de dar verticalidad a esta Castilla ancha y plana, donde sólo la bruma y los cerros alcanzan la tercera dimensión.

Retomemos nuestra ruta por la A2 en dirección Zaragoza hasta tomar el desvío a Muduex y acercarnos al pueblo. Su nombre y su iglesia nos evocan épocas mozárabes. Aguas arriba del río Badiel, tomando la carretera hacia la derecha, llegamos al monasterio de Valfermoso de las Monjas, una buena dosis de sombra y relajo. Pero debemos regresar a Muduex para seguir nuestra ruta en dirección a Hita.

 

Dónde comer